Hijo de una familia humilde (su padre era herrero y su madre maestra de escuela), Benito Mussolini cursó estudios de magisterio, a cuyo término fue profesor durante períodos nunca demasiado largos, pues combinaba la actividad docente con continuos viajes. Pronto tuvo problemas con las autoridades: fue expulsado de Suiza y Austria, donde había iniciado contactos con sectores próximos al movimiento irredentista. En su primera afiliación política, sin embargo, Mussolini se acercó al Partido Socialista Italiano, atraído por su ala más radical. Del socialismo, más que sus postulados reformadores, le sedujo la vertiente revolucionaria. En 1910 fue nombrado secretario de la federación provincial de Forlì y poco después se convirtió en editor del semanario La Lotta di Classe (La lucha de clases). La victoria del ala radical sobre la reformista en el congreso socialista de Reggio nell'Emilia, celebrado en 1912, le proporcionó mayor protagonismo en el seno de la formación política, que a
Hijo de un aduanero austriaco, su infancia transcurrió en Linz y su juventud en Viena. La formación de Adolf Hitler fue escasa y autodidacta, pues apenas recibió educación. En Viena (1907-13) fracasó en su vocación de pintor, malvivió como vagabundo y vio crecer sus prejuicios racistas ante el espectáculo de una ciudad cosmopolita, cuya vitalidad intelectual y multicultural le era por completo incomprensible. De esa época data su conversión al nacionalismo germánico y al antisemitismo. En 1913 Adolf Hitler huyó del Imperio Austro-Húngaro para no prestar servicio militar; se refugió en Múnich y se enroló en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). La derrota le hizo pasar a la política, enarbolando un ideario de reacción nacionalista, marcado por el rechazo al nuevo régimen democrático de la República de Weimar, a cuyos políticos acusaba de haber traicionado a Alemania aceptando las humillantes condiciones de paz del Tratado de Versalles (1919). De vuelta a Múni